Los humanos cambiamos y es bueno que así sea, porque nuestro campo experiencial está variando continuamente y con la transformación del contexto, nuestra propia esencia se modifica.
Las investigaciones recientes sobre “¿cómo aprendemos?”, nos hace repensar las formas de intervenciones didácticas. La experiencia directa, la vivencia desde todos los sentidos en relación al objeto de aprendizaje, nos ayudó para la construcción de conocimiento, desde tiempos remotos.
Revalorizada actualmente con la cognición corporizada, las metodologías experienciales nos desafían a encontrar coherencia con estos nuevos modelos educativos. Generar aprendizaje a través de la reflexión sobre el hacer. Un hacer, protagónico, vivenciado en todos los dominios del ser, en un presente activo, en permanente transformación.